–¿Cuánto tiempo?
–No lo sé. Nueve o diez
meses. Tal vez más, tal vez menos. Lo siento mucho señor Martín.
Asentí y me levanté. Me temblaban las manos y me faltaba el
aire.
–Señor Martín, entiendo
que necesita tiempo para pensar en todo lo que estoy diciendo, pero es
importante que tomemos medidas cuanto antes…
–No me puedo morir
todavía, doctor. Aún no. Tengo cosas que hacer. Después tendré toda la vida
para morirme.
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