lunes, 9 de julio de 2012

Carta 12 de Marzo 2009


Hoy me ha invadido un recuerdo. Un recuerdo potente, cercano, claro… que me ha acariciado como el viento y se ha quedado conmigo todo el día. Era un recuerdo nuestro, de aquel 21 de enero. ¿Lo recuerdas? Fue el día siguiente a mi cumpleaños. Decidimos hacer una escapada al bosque tú y yo solos. Mis padres pensaban que me iría de acampada con unos amigos al igual que tu madre pensaba que te ibas con unas amigas. Nos encontramos en el centro del parque junto a la fuente. Tú llevabas tus viejos vaqueros, tus botas negras y mi sudadera de rugby que te quedaba demasiado grande. Yo llevé la tienda de campaña, los sacos de dormir y la comida. Tú llevaste lo más importante: tu sonrisa.
Recuerdo el viento frio que nos acompañó en nuestro camino. Tu mano sujetaba con fuerza la mía mientras avanzábamos a través de aquel laberinto vegetal que nos regaló un pequeño claro donde los árboles y la maleza nos protegían del viento. Acampamos allí entre risas y bromas. Seria media tarde cuando encendimos el fuego y nos acurrucamos los dos juntos a la orilla de las llamas embrujados por aquellos dibujos de fuego. Fue en ese preciso momento en el que el silencio y la magia reinaban en nuestro alrededor cuando dijiste.
-Ojalá pudiéramos quedarnos  así siempre. Tú y yo juntos, aquí los dos solos sin nadie más.
- Un poco egoísta por tu parte. –Respondí intentando parecer serio.- ¿Quieres privar a el resto del mundo de nuestra compañía?
Tú reíste con ganas ante mi ocurrencia. Cada día que consigo hacerte reír, es para mí un sueño cumplido.
-Te quiero- dije mirándote a los ojos que se encontraba a pocos centímetros de los míos.
-¿No sabes decir otra cosa?- Comentaste intentando parecer molesta.
-¿Te amo?- dije yo encogiendo los hombros.
-¿Eso es una afirmación o una pregunta?
Estabas tan cerca de mí que podía sentir como tu corazón corría a gran velocidad cuando mi brazo rodeó tu cintura.
-Ni lo uno ni lo otro. –Respondí- Es una promesa.
Me acerqué a tus labios y te besé. El tiempo comenzó a ir deprisa y despacio a la vez. Cuando nos separamos y vi en tu mirada aquella confusión tan inocente supe que te había quitado tu primer beso. Cuando te diste cuenta de que lo había descubierto, dijiste.
- Solo te lo habría dado a ti.
Y me diste un beso en la mejilla. Permanecimos así, abrazados, inmóviles unos minutos disfrutando del momento sin importarnos el ayer ni el mañana. Se impuso la luna en el cielo y las estrellas vieron como muy despacio el fuego se apagaba mientras nosotros respetábamos aquel espectáculo en profundo silencio, principalmente porque no sabíamos que decir.

-Javier…- dijiste.
-¿Qué?- respondí mientras tímidamente mi mano recorría las ondas de tu pelo sin atreverse a ir más allá.
-Yo también te quiero.- el corazón me dio un vuelco, luego se encogió  yo comenzó a dar vueltas por mi pecho negándose a permanecer en su lugar y tamaño original.
-¿para siempre?- pregunté esperanzado.
-Más aún. –sonreíste y dirigiste tu mirada a las últimas chispas que se consumían lentamente. Te preguntarás porqué te escribo esto si tu lo viviste tanto como yo. La verdad, no estoy seguro… supongo que es para que veas que ese no fue un día más en mi vida. Fue un día especial en el que nos prometimos amor eterno más allá del siempre, más allá de la muerte. Fiel a mis promesas te repito que te amo. Y perdona si soy incapaz de decir otra cosa. Pero el amor que siento por ti me ha abarcado por completo y no sé que más decir.
Hasta el mes que viene mi muy querida princesa, reina de mis pensamientos:
JAVIER

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