Hoy me ha invadido un recuerdo. Un recuerdo potente,
cercano, claro… que me ha acariciado como el viento y se ha quedado conmigo
todo el día. Era un recuerdo nuestro, de aquel 21 de enero. ¿Lo recuerdas? Fue
el día siguiente a mi cumpleaños. Decidimos hacer una escapada al bosque tú y
yo solos. Mis padres pensaban que me iría de acampada con unos amigos al igual
que tu madre pensaba que te ibas con unas amigas. Nos encontramos en el centro
del parque junto a la fuente. Tú llevabas tus viejos vaqueros, tus botas negras
y mi sudadera de rugby que te quedaba demasiado grande. Yo llevé la tienda de
campaña, los sacos de dormir y la comida. Tú llevaste lo más importante: tu
sonrisa.
Recuerdo el viento frio que nos acompañó en nuestro camino.
Tu mano sujetaba con fuerza la mía mientras avanzábamos a través de aquel
laberinto vegetal que nos regaló un pequeño claro donde los árboles y la maleza
nos protegían del viento. Acampamos allí entre risas y bromas. Seria media
tarde cuando encendimos el fuego y nos acurrucamos los dos juntos a la orilla
de las llamas embrujados por aquellos dibujos de fuego. Fue en ese preciso
momento en el que el silencio y la magia reinaban en nuestro alrededor cuando
dijiste.
-Ojalá pudiéramos quedarnos
así siempre. Tú y yo juntos, aquí los dos solos sin nadie más.
- Un poco egoísta por tu parte. –Respondí intentando parecer
serio.- ¿Quieres privar a el resto del mundo de nuestra compañía?
Tú reíste con ganas ante mi ocurrencia. Cada día que consigo
hacerte reír, es para mí un sueño cumplido.
-Te quiero- dije mirándote a los ojos que se encontraba a
pocos centímetros de los míos.
-¿No sabes decir otra cosa?- Comentaste intentando parecer
molesta.
-¿Te amo?- dije yo encogiendo los hombros.
-¿Eso es una afirmación o una pregunta?
Estabas tan cerca de mí que podía sentir como tu corazón corría
a gran velocidad cuando mi brazo rodeó tu cintura.
-Ni lo uno ni lo otro. –Respondí- Es una promesa.
Me acerqué a tus labios y te besé. El tiempo comenzó a ir
deprisa y despacio a la vez. Cuando nos separamos y vi en tu mirada aquella
confusión tan inocente supe que te había quitado tu primer beso. Cuando te
diste cuenta de que lo había descubierto, dijiste.
- Solo te lo habría dado a ti.
Y me diste un beso en la mejilla. Permanecimos así,
abrazados, inmóviles unos minutos disfrutando del momento sin importarnos el
ayer ni el mañana. Se impuso la luna en el cielo y las estrellas vieron como
muy despacio el fuego se apagaba mientras nosotros respetábamos aquel
espectáculo en profundo silencio, principalmente porque no sabíamos que decir.
-Javier…- dijiste.
-¿Qué?- respondí mientras tímidamente mi mano recorría las
ondas de tu pelo sin atreverse a ir más allá.
-Yo también te quiero.- el corazón me dio un vuelco, luego
se encogió yo comenzó a dar vueltas por
mi pecho negándose a permanecer en su lugar y tamaño original.
-¿para siempre?- pregunté esperanzado.
-Más aún. –sonreíste y dirigiste tu mirada a las últimas
chispas que se consumían lentamente. Te preguntarás porqué te escribo esto si
tu lo viviste tanto como yo. La verdad, no estoy seguro… supongo que es para
que veas que ese no fue un día más en mi vida. Fue un día especial en el que
nos prometimos amor eterno más allá del siempre, más allá de la muerte. Fiel a
mis promesas te repito que te amo. Y perdona si soy incapaz de decir otra cosa.
Pero el amor que siento por ti me ha abarcado por completo y no sé que más
decir.
Hasta el mes que viene mi muy querida princesa, reina de mis
pensamientos:
JAVIER
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