sábado, 19 de enero de 2013

Promesas bajo la luvia

Hoy está lloviendo y tengo la inspiración un poco oxidada. Esta tarde he recordado este fragmento de mi libro que escribí un día lluvioso como hoy hace casi un año. Espero que os guste pequeños filósofos. Con todo mi cariño, María

-Me voy. –dijo Javier

-¿A dónde?

-A España. No será mucho tiempo, tal vez unos cuatro días. Necesito que aunque yo no esté aquí les insistas a Paul y a Jess para hablar con ellos. Diles todas las preguntas que se te ocurran y no permitas que te oculten nada.

-Está bien. –dijo Sarah sin poder disimular una nota de tristeza en su voz.

-Te llamaré todos los días.- dijo Javier acariciándole el pelo al sentir su tristeza.

-¿Desde España? No creo que a tus padres les haga mucha gracia. Mejor será que me envíes un e-mail.

-No es lo mismo.

-Lo sé, pero no quiero ser la causante de la ruina de tus padres.

Javier sonrió. Sarah le llenaba de alegría, de felicidad. Hacía tiempo que no era capaz de pasar un día sin verla.

James, Lucy, Luckas, Julie y Sarah fueron al aeropuerto a despedirse de Javier. El muchacho fue uno a uno abrazándolos a todos y diciéndoles adiós. Cuando llegó a Sarah el abrazo fue tan largo que Lucy tuvo que intervenir con su habitual impaciencia.

-Vamos Javier, date prisa. No creo que los pilotos estén dispuestos a retrasar su vuelo porque tú estés abrazando a tu novia.

El avión despegó y Sarah se encontró sola y triste. Su prima trató de animarla.

-Ánimo mujer, solo son cuatro días. De todas formas mira el lado bueno, ahora ya puedes dedicarme más tiempo a mí.

Sarah intentó sonreír. Su prima tenía razón, solo serian cuatro días. Su sorpresa aumentó cuando al día siguiente fue al instituto y se dio cuenta de que ni Jess ni Paul habían asistido a clase. <<Cobardes>>, fue lo primero que pensó, pero luego se estaba precipitando. Sarah fue a secretaria para preguntar por ellos. Se encontró a la directora que la atendió muy amablemente.

-No sabemos qué puede haberles pasado. No responden en sus casas ni en sus móviles, pero no debemos preocuparnos. Estoy segura de que mañana vendrán y nos darán una explicación.

Sarah estaba muy extrañada. Cuando salió de clase se fue a la casa de Paul pero nadie contestó cuando llamó a la puerta. Aquella tarde le escribió un e-mail a Javier contándole lo ocurrido pero no obtuvo respuesta.

Pasaron tres días con la ausencia de Javier y Sarah cada día deseaba más que el chico volviera. Sin Javier se sentía incompleta. Cuando llegó el día, Sarah escucho el teléfono sonar. Era Javier que la llamaba desde España.

-Perdona que no te haya mandado ningún e-mail, pero es que no tengo internet.

-Pero, ¿qué ocurre? ¿Por qué no has venido aún?

-Mis padres. Dicen que no podemos volver todavía. No me escuchan. Les he dicho que a mi no me importa volver solo pero no me hacen caso.

-¿Y cuanto tiempo piensas quedarte aún en España?

-No lo sé. Un par de días supongo. Te prometo que estaré allí lo antes posible.

-Te echo de menos.

-Yo más, creo que si no te veo pronto me moriré de tristeza. Tengo que colgar. Adiós, te quiero.

-Yo también.

Sarah se quedó con el teléfono en la mano. Colgó y salió al balcón de su habitación. Ya era de noche y hacia mucho frío  Pronto comenzó a llover abundantemente y los truenos y relámpagos se hicieron con el control de la ciudad. Durante el día siguiente no paró de llover. La noche siguiente un rayo partió un árbol que cayó en la entrada del instituto lo que hizo que las clases se suspendieran. Hacia tan mal tiempo que Sarah prefirió quedarse en casa todo el día.

Llegó la noche y Sarah se encontraba mirando el fuego que su madre había encendido en la chimenea del comedor. Estaba preocupada porque no había recibido ninguna nueva noticia de Javier.

Cuando aquella noche Sarah se quedó dormida con la ropa puesta mientras leía un libro, la lluvia cesó un poco su actividad. Ahora llovía pero no de una forma tan abundante como antes. En mitad de la noche un ruido despertó a Sarah. Al principio pensó que el viento estaba moviendo alguna rama que chocaba contra el cristal del balcón. Pero no era así. Sarah reconoció el sonido. Alguien estaba lanzando piedrecitas al cristal de su balcón. Primero pensó que sería algún bromista pero luego recapacitó. <<Nadie estaría tan loco como para salir en mitad de la noche con este tiempo a gastar bromas>>. Algo dentro de ella la impulsó a salir fuera. Como ya estaba vestida, Sarah se puso las botas de agua y sin que su madre lo notase abrió la puerta de su casa. Ahí frente a ella en la acera estaba Javier. Parecía que venía corriendo pues tenía las mejillas encendidas. El chico estaba completamente empapado, el pelo le caía por la frente y su cazadora parecía una esponja.

-¿Qué te ha pasado?

Javier fue a abrazarla y la mojó completamente. Permanecieron así unos instantes. Comenzó de nuevo a llover pero esta vez sin la compañía del viento. Sarah y Javier estaban iluminados únicamente por una farola.

-Me han mentido.

-¿Quiénes?

-Mis padres. Me dijeron que solo estaríamos unos días pero eso no era verdad. La verdad es que  el equipo juvenil nacional quería ficharme y como mis padres sabían que yo me negaría a marcharme de Lestrerside, me llevaron mediante engaños. Piensan que aquí no tengo futuro, que no tengo oportunidades. Ni siquiera se dignaron a preguntarme mi opinión esta mañana cuando me lo han confesado me han dicho que nunca más volvería a Lestrerside. Pero yo no puedo vivir sin ti. Sarah, me estaba muriendo de tristeza. Yo quiero estar contigo.

-Pero, ¿cómo los has convencido para que volvierais?

Javier la miró, la cogió de la mano y le dijo.

-Sarah. Prométeme que no se lo dirás a nadie, ni a Lucy, ni a tu madre ni a nadie.

-Te lo prometo.

-Me he escapado.

Un silencio colonizado únicamente por el melódico ritmo de la lluvia al caer se apoderó de la situación.

-¿Qué? ¿Cómo?

-No entraban en razón. Mi hermano Álvaro se puso de mi parte pero tampoco nos hicieron caso. Entonces fuimos a hablar con mi hermano Luis. Él nos contó que nuestros padres le habían dicho que yo estaba encantado de ir. Cuando le conté la verdadera historia me dio su billete de avión, porque él tenía que venir hoy a recoger el resto de mis cosas y me dijo que él y Álvaro me cubrirían las espaldas. Así que cogí el avión con el pasaporte de mi hermano y… aquí estoy.- Javier intentó esbozar una media sonrisa.

Sarah estaba completamente alucinada. Javier había hecho todo eso y lo había hecho por ella. Sin embargo, Sarah no se sentía del todo bien.

-Javier, yo… no quiero ser la culpable de destrozar tu futuro.

-¿No lo entiendes, Sarah? Mi futuro eres tú.


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