lunes, 28 de enero de 2013

Ella...


La niña creció
Ya no es princesa
Ya no juega con muñecas
La niña es mayor 
Es valiente, brava, increíble, tremenda.
Es un sueño.
Dibujado en el reflejo de tu pupila…
Pequeña
Qué grande que eres, pequeña
Te mereces un reino tan grande como tus sueños.
Despierta y pasea entre la gente
Ella y su mirada ardiente
Ella va pisando fuerte.
Que el mundo tiemble.
Ya nadie la ve llorar
Nadie sabe sus problemas ni su gran debilidad
Ella sonríe.
Y el mundo se ilumina, se congela, se envenena
La niña es guerrera.
No quiere ser Cenicienta
No quiere príncipes azules
Tampoco quiere corona
Solo quiere una persona
Que la lleve hasta las nubes
Y allí la haga princesa
La niña es real
Una pequeña maravilla
Que aprendió que ser perfecta
No vale para volar
Todo en esta vida cambia
Las personas, momentos, sentimientos…
¡Todo son cuentos!
La niña es humana.
Y son tus ojos marrones
Su primer sueño de noche
El primero de sus pensamientos…
Cuando amanece.
Ella solo piensa en ti
En el beso que le diste
Le robaste el corazón
Y ahora ya no es tu princesa
Ya no cree en el amor.
La niña vive.
Cada día, cada instante
Cada nuevo atardecer
Se rebela contra todo
No se va a dejar vencer.
Ella es inmensa.
Cada paso que ella da
Cada uno de sus recuerdos
Dedicados a ti están.
No te ha olvidado.
Y aunque dice
Que ella pasa y que a ella  todo le da igual
Ella te quiere.
Y como ella
Nadie te querrá jamás.
Ella baila, ella tropieza
Se levanta con soltura
Se arregla bien la melena
Se hace más fuerte y más dura.
Su corazón, un laberinto
Su mirada, un universo
Sus promesas son eternas
No sabe lo que es el miedo.
La niña es preciosa.
Y cada vez que la miro
Me derrito en sus pupilas
Me pierdo en sus fantasías.
Pero no me pertenece
Porque aún no te ha olvidado.
Solo quiere oír un:” Te amo.”
Que provenga de tus labios.
La niña es tuya.
Cuídala, deja que vuele
Hazla feliz, arriésgate y ámala
Ella te quiere en realidad.
 Y sé que a veces duele
Pero es que si no…
No es amor de verdad.
La niña tiene orgullo.
Le hiciste daño y olvidar…
No es algo que ella haga con normalidad
Pero se calla.
Se calla por ti.
Porque la niña por mucho que diga
Sabe que eres su mundo y no te puede olvidar.
La niña sueña despierta.
No quiere escuchar más
Las mentiras que le cuentan
De que no se puede volar.
La niña se revela.
Cada día, cada instante
No se quiere conformar.
En su mundo ella es guerrera.
Ella, en su camino
Es la reina de su vida
De la tuya y de la mía.


Más Mentiras No!

Querida princesa:
Hoy camino en tu corazón intentando reparar los daños que ha sufrido. ¿Qué te ocurre pequeña? ¿Qué es lo que realmente quieres? Puede que ni tú misma lo sepas. Hoy ves tan blanco lo que ayer era negro... y tan negro lo que ayer era blanco. Te frustran las mentiras, tantas mentiras que te dijeron y que tú creíste pensando que te harían feliz. Y llegaste a rozar la felicidad, viviste un sueño. Pero, ¿sabes qué princesa? Las promesas hechas en los sueños no valen nada. En un sueño alguien puede prometerte la luna... Pues bien, en la realidad pide que te den la luna. ¡No te conformes! ¡Nunca! tu sueño existe pequeña. en algún lugar de este mundo tan raro. Existe y está esperando a que lo encuentres para bajarte la luna, el sol y las demás estrellas. Se paciente, ten valor y recuerda que cuando quieres algo o a alguien, solamente necesitas 20 segundos de coraje. Lo demás no es necesario. 
No olvides nunca esto: Que algo no sea verdad hoy, no significa que ayer fuera mentira.
James Adams 

sábado, 19 de enero de 2013

Promesas bajo la luvia

Hoy está lloviendo y tengo la inspiración un poco oxidada. Esta tarde he recordado este fragmento de mi libro que escribí un día lluvioso como hoy hace casi un año. Espero que os guste pequeños filósofos. Con todo mi cariño, María

-Me voy. –dijo Javier

-¿A dónde?

-A España. No será mucho tiempo, tal vez unos cuatro días. Necesito que aunque yo no esté aquí les insistas a Paul y a Jess para hablar con ellos. Diles todas las preguntas que se te ocurran y no permitas que te oculten nada.

-Está bien. –dijo Sarah sin poder disimular una nota de tristeza en su voz.

-Te llamaré todos los días.- dijo Javier acariciándole el pelo al sentir su tristeza.

-¿Desde España? No creo que a tus padres les haga mucha gracia. Mejor será que me envíes un e-mail.

-No es lo mismo.

-Lo sé, pero no quiero ser la causante de la ruina de tus padres.

Javier sonrió. Sarah le llenaba de alegría, de felicidad. Hacía tiempo que no era capaz de pasar un día sin verla.

James, Lucy, Luckas, Julie y Sarah fueron al aeropuerto a despedirse de Javier. El muchacho fue uno a uno abrazándolos a todos y diciéndoles adiós. Cuando llegó a Sarah el abrazo fue tan largo que Lucy tuvo que intervenir con su habitual impaciencia.

-Vamos Javier, date prisa. No creo que los pilotos estén dispuestos a retrasar su vuelo porque tú estés abrazando a tu novia.

El avión despegó y Sarah se encontró sola y triste. Su prima trató de animarla.

-Ánimo mujer, solo son cuatro días. De todas formas mira el lado bueno, ahora ya puedes dedicarme más tiempo a mí.

Sarah intentó sonreír. Su prima tenía razón, solo serian cuatro días. Su sorpresa aumentó cuando al día siguiente fue al instituto y se dio cuenta de que ni Jess ni Paul habían asistido a clase. <<Cobardes>>, fue lo primero que pensó, pero luego se estaba precipitando. Sarah fue a secretaria para preguntar por ellos. Se encontró a la directora que la atendió muy amablemente.

-No sabemos qué puede haberles pasado. No responden en sus casas ni en sus móviles, pero no debemos preocuparnos. Estoy segura de que mañana vendrán y nos darán una explicación.

Sarah estaba muy extrañada. Cuando salió de clase se fue a la casa de Paul pero nadie contestó cuando llamó a la puerta. Aquella tarde le escribió un e-mail a Javier contándole lo ocurrido pero no obtuvo respuesta.

Pasaron tres días con la ausencia de Javier y Sarah cada día deseaba más que el chico volviera. Sin Javier se sentía incompleta. Cuando llegó el día, Sarah escucho el teléfono sonar. Era Javier que la llamaba desde España.

-Perdona que no te haya mandado ningún e-mail, pero es que no tengo internet.

-Pero, ¿qué ocurre? ¿Por qué no has venido aún?

-Mis padres. Dicen que no podemos volver todavía. No me escuchan. Les he dicho que a mi no me importa volver solo pero no me hacen caso.

-¿Y cuanto tiempo piensas quedarte aún en España?

-No lo sé. Un par de días supongo. Te prometo que estaré allí lo antes posible.

-Te echo de menos.

-Yo más, creo que si no te veo pronto me moriré de tristeza. Tengo que colgar. Adiós, te quiero.

-Yo también.

Sarah se quedó con el teléfono en la mano. Colgó y salió al balcón de su habitación. Ya era de noche y hacia mucho frío  Pronto comenzó a llover abundantemente y los truenos y relámpagos se hicieron con el control de la ciudad. Durante el día siguiente no paró de llover. La noche siguiente un rayo partió un árbol que cayó en la entrada del instituto lo que hizo que las clases se suspendieran. Hacia tan mal tiempo que Sarah prefirió quedarse en casa todo el día.

Llegó la noche y Sarah se encontraba mirando el fuego que su madre había encendido en la chimenea del comedor. Estaba preocupada porque no había recibido ninguna nueva noticia de Javier.

Cuando aquella noche Sarah se quedó dormida con la ropa puesta mientras leía un libro, la lluvia cesó un poco su actividad. Ahora llovía pero no de una forma tan abundante como antes. En mitad de la noche un ruido despertó a Sarah. Al principio pensó que el viento estaba moviendo alguna rama que chocaba contra el cristal del balcón. Pero no era así. Sarah reconoció el sonido. Alguien estaba lanzando piedrecitas al cristal de su balcón. Primero pensó que sería algún bromista pero luego recapacitó. <<Nadie estaría tan loco como para salir en mitad de la noche con este tiempo a gastar bromas>>. Algo dentro de ella la impulsó a salir fuera. Como ya estaba vestida, Sarah se puso las botas de agua y sin que su madre lo notase abrió la puerta de su casa. Ahí frente a ella en la acera estaba Javier. Parecía que venía corriendo pues tenía las mejillas encendidas. El chico estaba completamente empapado, el pelo le caía por la frente y su cazadora parecía una esponja.

-¿Qué te ha pasado?

Javier fue a abrazarla y la mojó completamente. Permanecieron así unos instantes. Comenzó de nuevo a llover pero esta vez sin la compañía del viento. Sarah y Javier estaban iluminados únicamente por una farola.

-Me han mentido.

-¿Quiénes?

-Mis padres. Me dijeron que solo estaríamos unos días pero eso no era verdad. La verdad es que  el equipo juvenil nacional quería ficharme y como mis padres sabían que yo me negaría a marcharme de Lestrerside, me llevaron mediante engaños. Piensan que aquí no tengo futuro, que no tengo oportunidades. Ni siquiera se dignaron a preguntarme mi opinión esta mañana cuando me lo han confesado me han dicho que nunca más volvería a Lestrerside. Pero yo no puedo vivir sin ti. Sarah, me estaba muriendo de tristeza. Yo quiero estar contigo.

-Pero, ¿cómo los has convencido para que volvierais?

Javier la miró, la cogió de la mano y le dijo.

-Sarah. Prométeme que no se lo dirás a nadie, ni a Lucy, ni a tu madre ni a nadie.

-Te lo prometo.

-Me he escapado.

Un silencio colonizado únicamente por el melódico ritmo de la lluvia al caer se apoderó de la situación.

-¿Qué? ¿Cómo?

-No entraban en razón. Mi hermano Álvaro se puso de mi parte pero tampoco nos hicieron caso. Entonces fuimos a hablar con mi hermano Luis. Él nos contó que nuestros padres le habían dicho que yo estaba encantado de ir. Cuando le conté la verdadera historia me dio su billete de avión, porque él tenía que venir hoy a recoger el resto de mis cosas y me dijo que él y Álvaro me cubrirían las espaldas. Así que cogí el avión con el pasaporte de mi hermano y… aquí estoy.- Javier intentó esbozar una media sonrisa.

Sarah estaba completamente alucinada. Javier había hecho todo eso y lo había hecho por ella. Sin embargo, Sarah no se sentía del todo bien.

-Javier, yo… no quiero ser la culpable de destrozar tu futuro.

-¿No lo entiendes, Sarah? Mi futuro eres tú.


jueves, 17 de enero de 2013

You Suck At love- Simple Plan




Javier & Sarah




"Tú no eliges de quien te enamoras
Y cuando te enamoras dices
No sé porque pero te quiero
Y no puedes dar razones
Solo sabes que no puedes vivir sin esa persona."


Like a Skyscraper


Querida Sarah:

Este momento es duro, ¿verdad? Y son estos los primeros días los más difíciles de sobrellevar. Porque en un principio parece que se te cae el mundo a los pies y te hundes y lloras... un poquito, dos minutos. Luego te secas las lágrimas con la manga de la sudadera, levantas la cabeza y sin saber cómo ni por qué sigues caminando hacia delante. Te caíste guerrera, cúrate las heridas y vuelve a la batalla.
La vida no esperará a que estés preparada para volver al frente. Escúchame princesa: El mundo necesita que sonrías para que así todo tenga sentido, para que así todo vaya bien.
Ahora eres más fuerte. Ahora, aquí, en este momento presente eres increíble sin importar lo que piensen los demás. Te pertenece tu hoy, tus palabras y tus decisiones. Sonríe princesa y da las gracias porque se te ha regalado un nuevo día, una nueva oportunidad para ser feliz.
Sin miedo a nada. Haz temblar el mundo. Lucha, pelea, vence… Poco a poco. Sin prisas. Gánate cada día unos pedacitos de la felicidad que te mereces. Y con el tiempo descubrirás que las lágrimas son una pequeña parte de tu armadura contra el dolor; pero tu sonrisa… tu sonrisa es tu arma más poderosa contra el mundo. ¡Rebélate! Di que no te da la gana de rendirte. Queda mucho por sentir, aún tenemos que fabricar millones de recuerdos inolvidables. ¿No somos héroes? ¿No somos un ejército de soñadores, de guerreros empedernidos? Sí, lo somos. Aunque a veces parezcamos un puñado de locos sin remedio.
Yo, que te conozco como nadie, sé que nunca olvidarás tu pasado. Porque la vida te enseñó que no se debe olvidar sino aceptar. Yo, que te conozco como nadie, sé lo duro que es levantarse tras la caída. Pero yo, que te conozco como nadie en este mundo, sé que sientes una necesidad vital de seguir luchando. Porque necesitas encontrar la razón por la cual hoy al igual que ayer tu corazón palpita.
Sí princesa, tu corazón. Tan lleno de dudas, canciones, palabras, deseos y sonrisas ¿Lo sientes? Ahí dentro de tu pecho, dentro de ti. ¿Recuerdas lo que una vez te enseñó la vida sobre tu alocado corazón? Que solamente puede romperse una ve, lo demás son rasguños.
Aquí estamos tus incondicionales para sanarte ese arañado corazón que tanto vale. Llegará un día en el que tú también princesa encuentres el sentido por el que tu corazón sigue latiendo. Mientras tanto…


James Adams

martes, 15 de enero de 2013

For my little courageous

Querida Persona estupenda:
No me gusta verte mal. No me gusta verte triste. No me gusta encontrar ausente tu sonrisa. ¿Sabes por qué? Porque eres uno de los pilares de mi vida y sin ti me derrumbo. Una de las razones por las que me levanto cada mañana. Te has convertido en alguien imprescindible en mi día a día. Te lo habré dicho cientos de veces pero ahí va otra más: Me tienes aquí para lo que sea. Para compartir un abrazo o una sonrisa. Desde aquí  desde algún rincón de mi estúpida sonrisa te deseo buenas noches. Recuerda nunca llueve eternamente. Para ti que eres increíble aunque nadie te lo diga y que estás ahí cuando yo te necesito. 
ESTOY AQUI

Beau Geste

"El amor de un hombre por una mujer crece y decrece como la luna. Pero el amor entre hermanos es eterno como las estrellas."


Our time is running out


Fragmento de "Princesita" de Javier Maner

Que todos los números grandes empiezan por uno,
Y aquellos castillos y reyes no queda ninguno.
Que cuando la luna se apaga encendemos el fuego,
Donde bailan palabras que dicen lo que te quiero.
Ni siquiera esperamos a ver lo que pasa,
Despegamos, volamos y todo sin alas.
Y esa alegría de verte aquí a mi lado,
Es tan grande que cuando no estás yo te extraño.
El invierno y el tiempo nos tienden las trampas,
Esas en las que caemos y levantarse no hace falta.
Nos reímos del miedo que es un gran vecino,
Que estás cansado de mi porque quiero estar contigo.
Se me escapan suspiros por esta ventana,
Recordando las veces que tú me llamabas.
Si la vida se porta a veces mal contigo,
Se valiente afrontalo con tus amigos.
No me dejes mi vida no quiero perderte,
No me llores pequeña que eres muy grande.
Cada vez que te busco entre mis recuerdos,
No te encuentro pues no eres pasado, tú eres mi sueño.
Temerosos de lo que vendrá mañana
Nos hacemos más fuerte con cada esperanza.
Tus palabras me llenan porque estoy vacío
Y tus pasos me guían por el buen camino.




Feliz Día

No niego que existen días en la vida en los cuales la mejor opción nos parece enredarnos en las sábanas y negarnos a juntar fuerzas para bajar al mundo. Claro que los hay... Por eso existen personas por las que merece la pena levantarse cada mañana. Personas dispuestas a sacarte tu mejor sonrisa, a secarte las lágrimas... Personas necesarias como el respirar. Porque pase lo que pase siempre tendremos a alguien que nos levantará con un: 


Alejandro Sanz

Que las emociones nos hacen mejores y diferentes a la vez, que nos unen. Que habrá muchos debates y discusiones sobre tecnología, comunicación, economía  y cientos de subdisciplinas, pero mudo y absorto y de rodillas como se reza a Dios ante el altar.. así como Bécquer lo diría, te lo digo hoy, todo es negociable, si... pero...

LA MÚSICA NO SE TOCA


Decid lo que queráis pero...


sábado, 12 de enero de 2013

Más que a mi propia vida

Los días que la inspiración me abandona solamente me queda ofreceros un poquito de aquello que una vez escribí. Este fragmento pertenece a el primer borrador de mi libro. Espero que os guste. Buenas noches mis pequeños filósofos, desde algún rincón de mi estúpida sonrisa. María.

Javier recobró el conocimiento. Se encontraba en un patio de armas. Era alrededor del mediodía. El sol lucia alto y majestuoso pero no calentaba pues hacia frío  Había muchos escuderos y criados que corrían de un lado para otro con sillas de montar, armaduras, lanzas, escudos o espadas recién forjadas. Por primera vez, Javier se fijó en su atuendo. Llevaba una cota de malla que le llegaba hasta las rodillas cubierta por una túnica de color azul oscuro. La túnica llevaba el emblema bordado en oro de un león alado con dos espadas cruzadas bajo sus patas.

Al incorporarse se dio cuenta de lo mucho que pesaba la cota de malla. Mientras daba un par de vueltas al recinto para acostumbrarse a su peso, oyó que alguien lo llamaba por el nombre que Paul y Jess le habían dicho que lo llamarían.

-Lord Damian- unos caballeros que se encontraban fura del patio de armas estaban llamándolo. Javier acudió con paso firme y decidido.- os vemos muy pensativo. ¿Ocurre algo?

Los tres caballeros lo miraban con gesto cordial y a la vez preocupado. Javier recordó la posición de su personaje. Lord Damian era un joven recién nombrado caballero. Su valor y su destreza en la última batalla habían sido cruciales para su nombramiento. Aquellos tres hombres con los que Javier estaba hablando eran los protectores del joven caballero. Respondían ante él, le daban buenos consejos y le advertían prudentemente.

Javier pensó que esa sería la primera y también la última vez que utilizaría aquel dialecto medieval que tanto le gustaba a la Señorita Andrews.

-No, no ocurre nada. Solamente me encontraba reflexionando sobre la capacidad de almacenamiento del patio de armas.- fue lo primero que se le ocurrió decir. Le salió solo, no sabía muy bien porqué. Era como si estuviera siguiendo un guión.

-¿Y vuestra espada? No deberíais ir sin ella.

-Me disponía a subir a mis aposentos a cogerla.- se excusó rápidamente y subió al castillo.

Javier contempló maravillado la arquitectura de aquella soberbia construcción que se erguía sobre la ladera de una montaña en cuyo pie se encontraba el pueblo y los campos del reino. La piedra con la que estaba construido el castillo era de un asombroso marrón claro. En algunas piedras el sol se reflejaba <<Parece hecho de cristal>> pensó Javier.

Tras subir veintidós escalones, Javier empujó la pesada puerta de la entrada. Ante él se encontraba un gran salón de refulgente mármol con grandes ventanales que iluminaban completamente la estancia. A ambos lados de la puerta había una escalera. Javier subió por una de ellas y guiado por aquel extraño GPS interior, llegó a sus aposentos. Se trataba de una gran habitación con preciosos muebles y grandes ventanas.

Javier vio su espada dentro de su vaina al pie de la cama. Desenfundó la espada y pudo verse reflejado en ella. En ese momento cayó en la cuenta de que aún no sabía qué aspecto tenía. Guardó su espada y bajo a los establos en busca de algún barreño o cubo de agua en el que verse. Encontró un gran cubo de agua cristalina y al asomarse, él mismo se asombró de lo que vio.

Al parecer el tal Lord Damian era igual que él, tal vez dos o tres años mayor. Sí, tenía el aspecto de un joven apuesto de diecinueve años, incluso le había salido un poco de barba. Un criado se l acercó en silencio y le preguntó.

-Disculpad señor. ¿Deseáis que os prepare vuestro caballo?

A Javier le pareció gracioso cómo un chico de unos pocos años menos que él le trataba con tanto respeto. De pronto sintió que Sarah se encontraba en peligro. Su rostro se ensombreció de pronto.

-Sí, y hacerlo lo más rápido posible, os lo ruego.


Sarah estaba muy asustada, aquel hombre se acercaba cada vez más a ella. De repente un escudo circular apareció como si fuera un frisby y golpeó al hombre en la cabeza. Sarah miró en la dirección de la que había aparecido el escudo- frisby.

Montado sobre un caballo marrón apareció Javier. Cuando llegó hasta ella, desmontó rápidamente y la abrazó. Permanecieron así unos instantes hasta que Sarah rompió el silencio.

-Gracias.

-¿Qué ha pasado?- preguntó Javier cogiendo las riendas de su caballo.

-Es un poco largo de explicar. Verás, resulta que al arecer soy la princesa Elizabeth, es curioso porque es mi segundo nombre. En fin, estaba en el jardín del castillo cuando oí que mi dama de compañía me llamaba desde fuera de las puertas del castillo. Salí y vi a ese hombre amenazando a la dama con su espada. No tuve tiempo para reaccionar. Me cogió, de una manera poco ortodoxa todo sea dicho, y me subió al caballo. Salté en cuanto me fue posible pero el hombre me persiguió. El resto de la historia ya la conoces.

Javier miraba alucinado a Sarah. No se había enterado de la mitad de las cosas que ella había dicho. Al igual que Javier, Sarah tenía un muy similar al suyo verdadero. También parecía unos dos o tres años mayor. Llevaba un vestido azul como el cielo con unos adornos plateados. El vestido se estrechaba en la cintura lo que hacía que su esbelta figura pudiese verse. Tenía el pelo un poco más largo pero de aquel mismo color castaño cobrizo. Sus ojos azules eran más profundos que nunca. Cuando Javier salió de su ensimismamiento preguntó.

-¿Tú también sientes como si…?

-¿Estuviéramos actuando según un guión?- dijo Sarah acabando así la pregunta.

Javier sonrió.

-Pero bueno, ¿aquí quién es el que le la mente, tú o yo?

Sarah sonrió también, pero acto seguido la sonrisa se trasformo en una cara de preocupación y miró en la dirección del camino del castillo.

-Creo que viene alguien.

-Genial, y ¿qué vamos a hacer cuando vean a este hombre inconsciente tirado en el suelo?

-Pues, lo que nunca se debe hacer cuando se sigue un guión. Improvisar


Sarah tenía razón. Desde allí se podía ver a un grupo de unas nueve o diez personas que venían cabalgando desde el castillo. Cuando se acercaron pudieron distinguir algunas caras. Tres de ellos era los protectores de Lord Damian que al verlo salir corriendo del castillo habían ido tras él. A su lado cabalgaba la dama de compañía de lo princesa Elizabeth.

-¡Princesa, princesa!- gritaba mientras se acercaba galopando hacia ella. Era una mujer bajita y regordeta, anciana pero llena de energía. Javier sonrió al verla. Aquella anciana tenía un parecido impresionante con el hada madrina de la película de Walt Disney “La cenicienta”.

También venían con ellos tres soldados del rey que salvaguardaban a tres personas. Uno de ellos, el más anciano, era el principal consejero de la corte. Tenía una larga barba pelirroja salpicada por las canas. Llevaba una túnica verde botella que le llegaba hasta los pies. Montaba sobre un caballo negro veloz como el rayo y negro como la noche. Parecía severo y firme pero a la vez su cara transmitía confianza y serenidad. Junto a él cabalgaba un muchacho muy feo, tenía el pelo grasiento y los ojos grandes.

Delante de él se encontraba sobre su caballo Escipión, el príncipe heredero Koyren. Un joven ambicioso, soberbio, heredero de un reino demasiado grande para poder gobernarlo solo. Su padre, fallecido recientemente, dejó en su testamento la corona a su segundo hijo, Richard, un joven justo, inteligente y benévolo. Pero tras la muerte del rey el testamento no se encontró y todos dieron por supuesto que el nuevo rey sería el primogénito, Koyren.

Educado en el manejo de las armas, Koyren amaba las batallas y adoraba los duelos. Su sangre fría y su temeridad lo estaban corrompiendo por dentro. Era un joven de unos diecinueve o veinte años. Alto y fuerte. Tenía una oscura melena que le llegaba a la altura de los hombros. Todos los rasgos de su cara le hacían perecer lo que era; un príncipe. Sus ojos de un marrón oscuro eran penetrantes e intensos. A diferencia de sus acompañantes, exceptuando al consejero, Koyren iba armado únicamente con su espada en cuyo puño se encontraban doce gemas de un color azul oscuro. Cuando bajó del caballo fue a arrodillarse ante Sarah y cogiéndola de la mano dijo:

-Vinimos en cuanto supimos lo ocurrido. ¿Os encontráis bien princesa?

-¿Qué es exactamente lo que ha sucedido?- quiso saber el hombre de la larga barba.

Sarah estaba un poco confusa así que Javier tomó la palabra y habló en su lugar explicando brevemente lo que les había pasado.

-¿Y vos qué hacéis aquí?- dijo Koyren con tono despectivo mientras se incorporaba y se ponía al lado de Sarah.

-Me ha salvado la vida.- intervino Sarah con tono reconciliador.

La dama de compañía de la princesa quiso que su prometida no sufriera más por aquel accidente.

-No os preocupéis Lady Elizabeth. Volvamos al castillo. Aún hay muchas cosas que preparar. Ya sabéis el trabajo que da una boda.

Javier abrió mucho los ojos y miró a Sarah descubriendo así que ella estaba tan desconcertada como él.

-¿Boda?- preguntó Sarah muy confusa.

-Vaya, pobre criatura, este accidente ha debido de perturbarla- Koyren interrumpió a la dama y volvió a coger de la mano a Sarah.

-Recordar Lady Elizabeth, nuestro compromiso. Nuestra boda que tendrá lugar en tres días. Mi nombramiento en rey y vos mi reina.

Sarah miró aterrada a Javier. Paul y Jess le habían advertido sobre mantener promesas o contratos de ningún tipo con esas gentes. Javier sabía perfectamente lo que pensaba Sarah, ni siquiera habría hecho falta leerle la mente. En ese momento ocurrió algo completamente inesperado.

-Mi señor- dijo el anciano consejero.

-¿Sí, Cádilo?- respondió Koyren sin prestarle mucha atención.

-Si me lo permitís hay algo que desearía decir.

-Adelante.

Cádilo, el anciano de largas barbas se acercó a Sarah y a Javier sin desmontar y empezó a hablar con voz potente y segura.

-Bien sabéis mi señor que de todos los ministros y sabios del reino no hay ninguno que sapa mas sobre nuestras leyes que yo.

-¿Quién lo ha negado?

-Por ello,- prosiguió Cádilo haciendo caso omiso a la interrupción de Koyren.- es mi deber recordaros que la ley dictamina que toda mujer de sangre real deberá unirse en matrimonio con otro de sangre real o con… aquel que siendo caballero halla arriesgado su vida para salvarla.

El rostro del joven príncipe se ensombreció de pronto. Su mirada desafiante se posó en los pequeños ojos rodeados de arrugas de Cádilo.

-¿Qué estás insinuando?

-Majestad yo no insinúo nada. Yo digo y afirmo que este joven- dijo posando su mano sobre el hombro de Javier- podría casarse con Lady Elizabeth si ese fuera su deseo.

Koyren soltó una carcajada.

-Querido amigo, los años te están haciendo perder la cabeza. ¿De verdad pensáis que este muchacho desea casarse con mi prometida?

-Sí, lo deseo. Dijo Javier ante el asombro de  todos los presentes incluido él mismo.

Cádilo sonrió con satisfacción. Sarah pensaba que Javier había perdido la cabeza. El muchacho corría en riesgo de tener que vérselas con Koyren. Javier lo sabía muy bien pero no podía permitir que Sarah se quedara atrapada en la Edad Media.

-¿Estaréis bromeando?- quiso saber Koyren reprimiendo la sonrisa.

-Un caballero jamás bromea en estos asuntos, alteza- dijo Lord Brawen uno de los protectores de Lord Damian.

-La ley deja bien claro que solo aquel que venciera al otro pretendiente en justo duelo puede casarse con la dama.- aclaró Cádilo.

Koyren pensó que esa situación era un tanto ridícula. Él, un joven, apuesto y solicitado príncipe heredero de un reino fértil y próspero, prometido con Lady Elizabeth, segunda hija de los reyes del país vecino; había visto cómo su perfecto mundo se veía interrumpido por un caballero novato que le gustaba dárselas de héroe.

-Bien, bien. Si tanto os complace. Hagamos un duelo. No me opondré a ello. Decidme dónde y cuándo.

-Dentro de dos días, al amanecer, a las puertas del castillo.- dictaminó Cádilo.

El joven heredero se encogió de hombros, beso la mano de Sarah y dijo:

-Todo sea por conseguir el amor de la más bella.- y diciendo esto hizo una reverencia ante Sarah y ante los demás caballeros presentes y montando en su caballo dio media vuelta y volvió al castillo seguido por su criado y su escolta.

Javier rígido como una estatua le siguió con la mirada hasta que desapareció por el borde del camino.

-¡Santo cielo! ¿Acaso habéis perdido la cabeza?- dijo Lord Stylurd, otro de los protectores d lord Damian.

-¿Sois consciente de lo que habéis hecho?

-Estaba en su derecho- dijo Cádilo- y tiene mi aprobación. Todos estamos de acuerdo en que la llegada al trono de Koyren supondría el fin del reino. Pero se hace tarde, debemos volver al castillo. Lady Elizabeth, os ruego olvidéis a aquel hombre que intentó raptaros. Os prometo que no permitiré que ocurran cosas de este tipo nunca más. Tenéis mi palabra. De todas formas mandaré a mis mejores soldados a vuestra escolta.

-Os lo agradezco.- fue lo único que se le ocurrió decir a Sarah.

El anciano sonrió ampliamente.
-Estupendo. En cuanto a vos, -dijo dirigiéndose a Javier.- desearía hablaros, a poder ser esta misma tarde. Buscarme después del banquete, estaré en la biblioteca.



Javier caminaba hacia los aposentos del anciano consejero. Le había costado tanto aceptar el tener que estar con Sarah en la misma mesa pero en lados opuestos. Le había dolido tanto el no poder mirarla como a él le gustaba mirarla; despacio, observando sus gestos, su car, sus movimientos, sus ojos. No había podido mirarla porque sentía el peso de la mirada de Koyren sobre él constantemente. Muchas veces había pensado en leerle la mente pero luego se preguntaba<< ¿Verdaderamente me gustaría saber qué es lo que pasa por la mente de este individuo?>>.

Ante él había n enorme puerta de madera muy antigua. Quiso llamar pero antes de que su mano rozase siquiera la vieja madera oyó una voz que le invitaba a pasar. Al abrir la puerta,  esta chirrió de una forma estrepitosa.

Javier quedó maravillado ante aquella inmensa biblioteca d miles y miles de polvorientos ejemplares. Pensó en Sarah. Se acordó de lo que disfrutaba la chica cuando iban  a la biblioteca pública de Lestrerside y se paseaban entre las estanterías del recinto.

Cádilo se encontraba ojeando un grueso volumen sobre la historia del escudo de armas real cuando se percató de la presencia de Javier.

-¡Ah! Ya estáis aquí, perfecto, perfecto. Tomad asiento.

Javier no entendía por qué los adultos tenían la estúpida manía de hacerle sentarse. Él pensaba que las horas que pasaba diariamente sentado en el instituto eran más que suficientes.

Como si el anciano adivinara su pensamiento, añadió rápidamente.

-Pero permaneced de pie si es vuestro deseo.

Javier, en su interior, se lo agradeció infinitamente. El consejero del difunto rey lo observaba detenidamente.

-No, no está mal. Joven, fuerte, decidido, valiente, un poco temerario pero no hay nadie perfecto. Lord Damian, suele decirse que por amor se hacen grandes locuras; pero esta…

-Vos dijisteis que estaba en mi derecho, no es así.

-Sí, y me alegro de vuestra decisión, pero… ¿Creéis que estáis preparado para gobernar un reino?

Javier se quedó paralizado. No había pensado en eso. En caso de que él venciera a Koyren en el duelo, cosa poco probable, la corona le pertenecería a él. En tal caso no podría volver a su época. Lo único positivo es que él y Sarah estarían juntos.

-De todas formas no creo que dabais preocuparos mucho por eso.- dijo Cádilo interrumpiendo sus pensamientos.- Cuando llegue el momento sabréis lo que deberéis hacer.

Javier no insistió. Sus entrenamientos con Paul y Jess le habían enseñado a ahorrarse preguntas a las que no había respuestas. Cádilo continuó hablando.

-¿Cómo estáis en el campo de armas?

Javier había asistido desde muy pequeño a clases de esgrima y le gustaba mucho la lucha medieval.

-Pues, creo que bien.

-Estupendo. De todas formas os aconsejaría que practicarais con Lord Richard. Nadie conoce el estilo de su hermano como él.

Javier asintió en silencio. Sujetó con fuerza el puño de su espada. Tendría que luchar con Koyren. Tendría que ser Koyren o él. Sólo uno sobreviviría. Pero él tenía que vencer. No podía permitir que Sarah acabara en brazos de otro y mucho menos de Koyren.

Cádilo lo miró con ternura. Aquel muchacho estaba arriesgando su vida  por Lady Elizabeth.

-Decidme una cosa Lord Damian. ¿Tanto amáis a esa joven?

Javier lo miró en silencio. Tras reflexionar durante uso instantes contestó.

-Hoy he descubierto que la amo más que a mi propia vida.