" Delilah jugueteaba con las puntas castañas de su pelo
mientras el autobús le ofrecía un nocturno y nevado paisaje con el que
reflexionar. Abrazaba sus rodillas intentando entrar en calor. Veintiséis de Diciembre,
el día después de Navidad. Y la ciudad brillaba inundada en neón. Tenía las
manos heladas; como siempre.
El mismo trayecto de todos los días le aburría pero también
le daba seguridad. Incluso cerrando los ojos sabía el lugar concreto de cada
curva, cada semáforo, cada parada. Alguien desde el asiento de atrás golpeó
suavemente su cabeza en un intento por
llamar su atención.
-Déjame en paz, James.- dijo ella serenamente sin girarse.
-¡Vamos! No seas cruel conmigo, jovencita. Llevas todo la
mañana sin decirme una palabra. –en sus ojos verdes se tradujo un reproche y
como siempre un poco de picardía.- ¿dónde pasarás la Nochevieja?
-¿Te importa mucho?
-Lo suficiente como para esperar una respuesta.- dijo con su
perfectísima sonrisa que tanto le gustaba a todas, mientras que a ella... a
ella simplemente le daba la seguridad de que todo iba bien.
Delilah frunció el ceño y volvió a mirar por la ventana.
-En casa.
-No me lo creo.- dijo atónito.
-Vale, no te lo creas. Pero déjame en paz.
-¿Castigada?- insistió.
-No.
-¡Oh dios mío! No habrás madurado…
-¡No!- James tenía la capacidad de sacarla de quicio
rápidamente con una facilidad pasmosa.
-¿Entonces qué? Sin mentiras Delilah, nos conocemos demasiado
bien.
Ella lo miró intentando parecer enfadada.
-Ya, la confianza da asco.
-Eso dicen, así que como me tienes demasiado asco… vamos,
cuéntame.
Delilah respiró hondo. Intentó aclarar sus ideas, buscar un
inicio medianamente coherente. James conocía es cara y le era muy familiar
aquel sentimiento.
-Supongo que es miedo.
-¿Simplemente?
-Simplemente.-declaró ella en tono sarcástico.
-Bueno, supongo que debe ser algo más profundo que eso. Algo que entendería que no quisieras compartir.
La chica se mordió el labio, como hacia siempre que estaba
nerviosa y preocupada. Finalmente con un gesto de cabeza, indicó a su amigo que
podía sentarse junto a ella. Él obedeció en el acto y tomó asiento.
-Son muchas cosas James. Todas juntas y sin embargo desde
diferentes direcciones... Me tocan, me hunden. Me quitan mi tierra firme.
-Yo soy tu tierra firme.- dijo el muchacho muy serio.- no lo
olvides nunca.
Ella sonrió tristemente.
-Tú te irás tarde o temprano. Te irás como Lucy, como Drew…
como Savien.
Hubo un silencio interrumpido solamente por la suave música
de fondo de la radio del autobús. Entonces ambos escucharon los difusos
primeros acordes de “November Rain”, la canción que había sonado aquella noche
en la que todo empezó. Y James vio como los dulces y serenos ojos azules de su
mejor amiga se humedecían. Pero ella no iba a llorar. Ya no, ahora era
demasiado orgullosa.
Delilah odiaba que James la viera así. Le recordaba aquella
promesa que nunca pudo cumplir. La única promesa incumplida de su vida. Y aguantó,
disimuló las lágrimas como pudo y siguió mirando por la ventana. Ya comenzaba a
amanecer.
-Voy a contarte algo Lía.- dijo utilizando el nombre
cariñoso con el que la llamaban en casa.- Hay veces que la vida nos da golpes y
nos pellizca nuestro talón de Aquiles: aquello o aquel que siendo nuestra
debilidad nos hace más fuertes. Y te invita a ser paciente, a esperar. Pero no
lamentándonos o simplemente yendo a cumplir, aguardando que lo malo pase rápido.
No es tan sencillo. Hay que luchar. El día a día es un combate. El día a día es
un combate. Mira, yo.. no te puedo prometer que volverá. Sabes que si estuviera
en mi mano movería cielo y tierra por no verte un instante sin sonreír. Pero lo
único que puedo ofrecerte es compañía si decides afrontar esta aventura de
vivir.
-Me fallarás…
-Sí.
-Te fallaré…
-Lo sé. Sé que no será perfecto. Pero haré que mientras
viajes a mi lado una parte de ti siempre se mantenga a flote. Haré que valga la
pena. Cuidaré de ti."
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