No
encantaba consuelo ni tranquilidad en nada. Se sentía preso como un pájaro en
su jaula. Su casa se le quedaba tan pequeña… había desterrado su móvil a un
oscuro cajón de su habitación. Había hecho desaparecer de su alcance todo
aquello que le comunicaba con el mundo.
Apenas
comía ya. Con una comida fuerte al día le sobraba. El nerviosismo con el que
últimamente convivía le cerraba el estómago. Su principal problema era que tenía
demasiado tiempo libre para pensar y preguntarse tantos “porqués”. Cada canción
que escuchaba le cambiaba el ánimo y los sentimientos. Y todo le hacía dudar y tenía
miedo. Estaba enfadado con todo el mundo. Con sus padres que le limitaban, con
James que no le escuchaba ni intentaba comprenderle, con Alex simplemente
porque era Alex, con Lucy… y sobre todo con Sarah.
Cada
respuesta fría se clavaba en él con un inmenso dolor. Porque ponía su vida en
ella y cuando ella le fallaba… cuando ella empezaba a hablar sobre sus complejos
que para él eran tan estúpidos. Y entonces se sentía un egoísta y se arrepentía
de muchas cosas, pero su orgullo; su terrible orgullo que le impedía pedir
perdón. Y se odiaba a sí mismo. ¡Se odiaba tanto por no entenderse! Porque él
sin aliados no era nadie. Se sentía la más minúscula partícula de polvo que
cualquiera ignora y a todos molesta.
Su
familia… tampoco los veis a su lado. Hacía ya mucho tiempo que había perdido la
confianza con ellos. Se sentía solo en un pozo con el agua al cuello y sin
nadie a quien gritar ayuda. Y así pasaba instante tras instante el último día
de vacaciones antes de volver a la monótona rutina. Intentando buscar en su
interior un pequeño instinto que le llevara por la dirección correcta. Pero los
primeros intentos siempre son vanos y él tan acostumbrado a lo fácil, se
desesperaba y lo daba todo por perdido. No encontraba la salida porque tampoco
sabía dónde estaba. Se sentía inútil. Y él solito sin nadie más que él mismo acuchillándose
estos pensamientos en su mente se hundía en una depresión, se infravaloraba
hasta límites extremos y vivía en una profunda tristeza.
Su
familia y sus amigos tenían ya suficientes problemas como para sobrellevar su
falta de autoestima. Y se callaba, se tragaba toda la rabia y la incomprensión.
Sabía que no, que ellos le dirían que es un chico maravilloso, inteligente, increíble…
pero eso ya lo había oído muchas veces. Se lo decía la gente que lo quería. Pero
él se negaba a creerlo.
Sabía
que con el tiempo se le pasaría y volvería a sonreír y a ser el mismo chaval
alegre que todos conocen. Pero ahora no entendía y le dolía no entender. Necesitaba
afecto por parte de alguien porque también era un afectivo, un interesado, un
mentiroso, un cobarde… Era todo eso todos los días, todos los instantes de su
vida.
Al
día siguiente volvería a la frustrante rutina que por lo menos le haría mantener
su mente entretenida en algo que no fuera Sarah. Quería centrarse en sus
estudios nada más. Quería ser tantas cosas… pero se sentía cada vez más lejos
de sus sueños, cada vez más lejos de ser feliz. Un desperdicio de la sociedad
así se sentía. Incapaz de sobrellevar el más mínimo sacrificio o sufrimiento. Solo
quería desaparecer del mundo un tiempo. No ser nadie, no tener
responsabilidades ni nada que lo destruyera por dentro. Quería ser libre pero sentía
que su mayor enemigo, el que más daño le hacía era él mismo.
un desperdicio de la sociedad... ;)
ResponderEliminarnadie es perfecto :)
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